miércoles, 27 de abril de 2011

CELULOIDE (un relato inspirado en poemas de Joaquín Piqueras)

 

Al oír el grito del director: “Coooorteeen,” Elena y Raúl se desplomaron exánimes. Había acabado el rodaje de sus vidas, y como buenos actores que eran, actores de método, actores de la experiencia, dejaron sus pieles y sus almas colgadas en el camerino y salieron a la otra vida.
A disgusto comprobaron que la rutina proseguía fiel al guión establecido. La monotonía de los rodajes, los escenarios y el “día a día” se extendían en sus nefastas y grises existencias.
Amigos de reparto y otros extras hacían que cada toma fuese más ambigua que la anterior.
 Improvisaban reuniones y grababan cenas piloto en el piso de Elena. A veces hacían el amor de forma mecánica y distante e intuían el ojo de la cámara acechando desde un posible segundo plano. Luego llegaba la noche y su inefable fundido en negro.
 Elena realizaba cameos en la verdulería, o en  la peluquería donde cada sábado se proyectaban cortometrajes  de tedio y  sardónicas confesiones entre los figurantes.
A la vuelta a casa un primer plano al salir de la peluquería, luego un discreto “travelling” hasta su portería y otra vez la rutina con sus inevitables  intermedios publicitarios.
Raúl la esperaba bajo los focos o frente a un contraluz que le confería un realismo patético. Se miraban a los ojos, decían sus frases y continuaban la farsa.
Elena, por supuesto no se llamaba Elena. Raúl igualmente era el nombre de su personaje. Pero justo cuando todo empezaba a aclararse. Justo cuando intuyeron que su vida era un plató y el público hastiado comenzaba a abandonar sus butacas, empezaron a deslizarse los créditos de forma vertical y la palabra FIN los emplazó a una incierta pero posible mal avenida secuela.
THE END

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