sábado, 29 de octubre de 2011

POST MORTEM

Plaf, un resbalón y muerto. Nada más fallecer subió al cielo. Sintió la ingravidez de su cuerpo que se evaporaba en una sustancia gaseosa y liviana. ¡Con lo mal que me he portado con todo el mundo en mi mísera vida! No, no me lo merezco, pero qué se le va a hacer. Razonó con falso arrepentimiento. Un señor barbudo y fornido que vestía de blanco, un ángel seguramente, le dio la bienvenida.-Pase, es por aquella puerta que hay al fondo. ‘Debe ser un error, seguro’ pensó. –No, no lo es, siga hasta la puerta. Le leyó la mente el otro. Y alegre y satisfecho dio unos pasos y se encaminó en busca de su paraíso. En el entusiasmo que le embargaba no advirtió el espejismo ni el olor tenue a azufre quemado.


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