viernes, 15 de marzo de 2013

EL MAGO. TRECE CUENTOS JAPONESES DE RYUNOSUKE AKUTAGAWA



Para completar la nómina de cuentistas universales formada por Chejov, Maupassant, Poe, Borges y Cortázar habría que acudir a las letras niponas y visitar la obra de  Ryunosuke Akutagawa (1892-1927). Como hicieron sus compatriotas Mishima y el premio Nobel Kawabata, Akutagawa abandonó su existencia por medio del suicidio, lo que no impidió que nos dejara una extensa obra narrativa formada por unos doscientos relatos y alguna novela corta. Su fama inicial es debida al cineasta Kurosawa, que basó su celebérrima cinta Rahomon en dos de sus primeros relatos.
Fue traducido al español por primera vez en 1956, el mismo año en el que Borges y Bioy lo incluyeron en su antología Los mejores cuentos policiales.
Vasta es la producción de Akutagawa, pero en este volumen titulado El mago. Trece cuentos japoneses (Editorial Candaya, 2012) es fácil realizar un diagnóstico de su versatilidad estilística y variedad temática. Porque, a pesar de la multitud de asuntos y preocupaciones en la obra de Akutagawa, una única y aguda mirada tamiza, con su voz original y resonante, todo el  conjunto, otorgándole cierta homogeneidad.


Hay en la prosa del autor japonés cierto minimalismo, característico de la literatura oriental, que fija su atención en los matices más sutiles de las cosas. En el relato Mandarinas apreciamos esa sensibilidad al atrapar un instante, la imagen de las mandarinas en el aire que son lanzadas desde un tren, que basta al narrador para cambiar su percepción de la vida. Una forma de fotografiar, a través de las palabras, imágenes de arrolladora fuerza simbólica y que nos remiten al mejor Kawabata. También encontramos esa poética de lo efímero, el irrevocable y existencial sentimiento del tempus fugis en el relato El baile de Akiko cuando uno de los personajes observa el cielo y pensando en la caducidad de la vida nos habla de ‘los fuegos artificiales que se asemejan tanto a la vie humana’.
Otras veces se aproxima Akutagawa al mundo de la fábula y la personificación para ejemplificar facetas recónditas del alma humana. En el cuento Blanco nos sitúa en la piel de un bondadoso can cuyas vicisitudes no dejan de ser las nuestras. Reescribe igualmente la fábula de Esopo, El pavo real, y la reviste de sarcasmo y cruda realidad. El breve relato titulado La hembra nos traslada a un curioso episodio protagonizado por una araña y su destino animal de supervivencia, símbolo evidente de nuestra propia humanidad más primitiva y precaria.
Muchos personajes de estas historias viven acosados por la culpa, la deuda moral, el sacrifico y la renuncia a la felicidad personal en pos de un bien mayor. Hay cierta  bondad soterrada, a pesar de la nostalgia y tristeza de algunos pasajes, que parece querer surgir y erigirse como símbolo de algo más grande y poderoso. En El Cristo de Nanking, una joven prostituta sacrifica su vida al pecado y a la enfermedad para poder alimentar a su familia. Igual ocurre en Crónica de una deuda liquidada, sarcástico y polifónico juego de identidades y equívocos que parece hablarnos del honor, la familia y la culpa en un divertido enredo picaresco.  El mismo asunto recorre las páginas de Otoño, hermoso cuento de sentimientos prohibidos y ocultados, en una relación imposible cuyo triángulo perfilan dos hermanas y un primo. Otra vez aquí, Akutagawa se asoma al profundo pozo de un amor crepuscular, con la renuncia a la felicidad personal y la aceptación de un destino gris como telón de fondo.
Los personajes que deambulan por estas dispares historias parecen sumidos en un destino inevitable y triste. Agotados, hastiados y enfrentados a una existencia desprovista de esperanza.
Pero difícilmente se puede escanear en este breve mosaico la compleja obra de un autor que deslumbra por su variedad de registros. También hay espacio para un simbolismo más profundo, que roza lo fantástico y lo trágico. Me refiero a la pieza Pantano, pequeña narración en la que de forma lírica y onírica se construye un soliloquio que transcurre entre la vida y la muerte, entre la añoranza, la melancolía y el deseo de pertenecer esa latitud oscura, saltar al  místico pantano ‘donde me aguarda ese mundo fabuloso’. O el cuento que da nombre al libro y que no es otra cosa que la recreación de una historia oriental en clave alegórica y fabulosa que nos sustrae al mundo del esoterismo oriental.
En definitiva, una antología deliciosa, repleta de belleza estilística, de profundidad, de armonía y variedad, en la que los temas no se agotan, sino que se superponen y se complementan para forman un mosaico multiforme y rico capaz de fascinar a los mejores lectores.

Si no conocen la obra de este samurái de las letras ya puedes comenzar a leer algunos de sus cuentos.

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