sábado, 8 de noviembre de 2014

UTOPÍAS. EL ORIGEN DE LA CIENCIA FICCIÓN


‘Y cualquier tiempo futuro fue mejor’

La utopía es un término griego pero que  acuño Thomas More (Londres, 7 de febrero de 1478 – Ibídem, 6 de julio de 1535), con su famosa obra ‘Libellus . . . De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae’ (1516). Una palabra que significaría ‘no lugar’ y que hace referencia a ese espacio físico inexistente, idealizado y alternativo a  nuestro mundo real. En esta obra More describió un mundo ideal, en contraste con la sociedad de su tiempo y por lo tanto con un alto contenido de crítica y sátira. Ya Platón en su República esbozó este concepto. Y más adelante, sin alejarnos del campo meramente novelesco ni del mundo griego, encontramos a Yambulo (250/225 a.C.), cuya obra conecta claramente con la paradoxografía, es decir, con la descripción de todo tipo de maravillas.
Dentro de esta rica tradición novelesca utópica, de cuya cantidad de obras no disponemos de espacio para hacernos eco, sí que no podemos dejar de mencionar los Relatos verídicos de Luciano de Samosata (Siria, 125 – 181), el más genuino ejemplo de ficción utópica que contiene las claves de la futura  y moderna ciencia ficción.
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De Luciano de Samosata sabemos que nació en Siria en el siglo II. Está considerado uno de los grandes satíricos de todos los tiempos. Invirtió los patrones clásicos de las artes y la filosofía y parodió su tiempo con gran acierto, erudición y descarada fantasía.  De su extensa producción, la narración que más se acerca al género de la utopía es Relatos verídicos. Obra precursora de la ciencia ficción actual.
La novela de viajes y utópica, que naciera con Homero, es puesta en tela de juicio por Luciano  a través de sus Relatos verídicos, título que ya presupone cierta ironía. De hecho, el propio autor nos dice al comienzo del <Libro I>: ‘en una sola cosa seré veraz: en decir que miento’.
Esta historia novelesca, escrita en una autoritaria primera persona, como las precedentes, y con un deslumbrante despliegue de imaginación e ingenio, describe varios espacios y mundos imaginarios -entre ellos la Luna-  y posee un tono irónico, procaz y humorístico. Pero, a pesar de su intención satírica y tono hilarante, nos basta para situarla dentro del espectro de la literatura fantástica de ciencia ficción utópica.
En la descripción de los selenitas hallamos un gran número de detalles que posteriormente se han reproducido en la literatura fantástica o de CIFI. Por ejemplo, hombres ‘arbóreos’ que nacen cual árboles al ser plantados los testículos de sus progenitores. Dice Luciano al respecto que tienen los órganos sexuales artificiales (marfil y madera) lo cual nos lleva a pensar en la reproducción artificial que tan presente estará en novelas como Un mundo feliz de Huxley por ejemplo.
Las ropas de los habitantes lunares de Luciano son de vidrio y de metal, materiales muy sofisticados para la época. De los ojos de los selenitas nos dice el autor que ‘son desmontables, y el que lo desea se los quita y los guarda hasta que necesita ver’. Como García Gual explica en las notas explicativas que acompañan los Relatos en la edición de Gredos, parece que ‘profetiza inventos modernos como las lentillas, esos ojos de quita y pon, o los trajes de plástico’.
La obra, disparatada e impredecible, nos traslada, junto a su narrador, por el interior de una ballena y por varias islas, siendo cada episodio más increíble que el anterior. Se encontrará con el mismo Homero y con la ninfa Calipso a quien entregará una carta firmada por Ulises en un episodio de mimbres paródicos e hilarantes.

OBRA DE PIRANESI
A partir de estas primeras obras fantásticas ya no habrá límites para la imaginación ni para la indagación novelesca en el mundo de la anticipación.
Kepler en 1620 en su extraña novela Somnium envía también a su protagonista a la Luna. El mismo  interés por el viaje a la Luna, pero con un tono satírico heredero de Luciano, lo explotará Cyrano de Bergerac  (1619-1655) en Viaje a la luna, incluida en ‘L'autre monde’ (1657-62). Es esta una pieza de ciencia ficción que igualmente participa de los tintes utópicos de la novela griega. Aunque ya estamos ante una obra más enrevesada, profunda y compleja.
En Viaje a la luna, también escrito en primera persona, Bergerac describe a los habitantes de la Luna. Si bien su intención, como los antecesores que lo inspiraron –Bacon y Moro- es en cierta medida didáctica, qué duda cabe de que algunas de las imaginativas descripciones que nos regalan son características de la mejor CIFI. Nos relata que en la Luna sus habitantes disfrutan de dispositivos para escuchar música y grabaciones de libros, máquinas que recorren el cielo y ciudades trasladables.

En definitiva, un mundo mejor y más feliz, al que las utopías nos hacen mirar con ansías de trascender nuestra mediocridad. Un mundo preferible que, en contraste con el nuestro, nos parece siempre mejor, más adecuado y deseable y al mismo tiempo nos advierte de nuestras deficiencias y defectos.
Hoy día, con una sociedad siempre en constante cambio y que mira con pesimismo al futuro, no es de extrañar que la literatura haya tenido que recurrir al anverso de estos mundos ficticios y felices. Y por eso ya no se escriben más utopías sino antiutopías o utopías.
Pero esa es otra historia. U otro artículo.


PUBLICADO EN LIBROS. SUPLEMENTO LITERARIO DE LA OPINIÓN DE MURCIA. 8-XI-14



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