martes, 16 de diciembre de 2014

EL ORIGEN DE LAS DISTOPÍAS

DISTOPÍAS: MUNDOS INDESEABLES, ESPEJOS FUTUROS DE NUESTRA ACTUALIDAD

 El término ‘Distopía’, aunque no recogido aún por la RAE, sí que aparece en el Oxford English Dictionary:
An imagined place or state in which everything is unpleasant or bad, typically a totalitarian or environmentally degraded one. The opposite of utopia’.
Un lugar imaginario en el que todo es malo o desagradable, degradado y bajo el control de un estado totalitario.
El mayor auge de las distopías tendrá lugar en el siglo XX.  No olvidemos que este comienzo de siglo está marcado por el descontento. El existencialismo, teñido en su comienzo de pesimismo y angustia vital, es un movimiento filosófico que refleja el sentimiento de una sociedad cada vez más alienada y perturbada por las catástrofes políticas y económicas.  Se suceden guerras, hambrunas y disconformidad social. Los movimientos laboristas y obreros ganan terreno. Las ciudades, al tiempo que experimentan un gran desarrollo, sufren de masificación, de exceso de trabajo, de complicación en la maquinaria burocrática. La incomunicación y la falta de valores tradicionales y sentimientos parecen ser algunos de los temas que más preocupan a los ciudadanos modernos. Y la novelística se hará eco de todos estos problemas.
La gran cantidad de obras que se adscriben a este género es incontable. La literatura distópica ha producido un significativo número de novelas, relatos y, por supuesto, películas. Los argumentos, personajes y sus motivaciones pueden variar. Pero todas comparten elementos comunes, que sin duda, provienen de la tradición de la novela clásica de aventuras y viajes, se adaptan a la novelística contemporánea y  configuran a la nueva mentalidad del hombre científico, moderno habitante de una sociedad urbana.
 En las novelas distópicas el verismo  y el impacto estético están normalmente refrendados por la cercanía y similitud de los propios mundos que ficcionalizan. Las ciudades de estas historias son muy parecidas a las que conocen los lectores de las mismas. Pero, por supuesto, marcadas por un amargo desencanto, un triste destino, una pesimista, gris y poco halagüeña realidad.  Como apunta Futre Pinheiro en un artículo titulado Utopian and Utopias: a Study on a Literary Genre in Antiquity, estas suelen aparecer en un tiempo de crisis de cambio político y social.
La vida urbana que hay en las ciudades  distópicas de  estas novelas se acerca, en distintos grados, al arquetipo "progresista". En estas inquietantes sociedades se aplican formas evidentes o sutiles (pero en todo caso novedosas e interesantes) de control del individuo; formas de organización social adaptadas a una sociedad, a un mundo indeseables. Estas ciudades narradas son artefactos intencionalmente creados para consolidar y mantener una determinada organización social subordinada a un poder.  En definitiva, lugares y tiempos a los que no nos gustaría que llegásemos jamás.
El presente se ha quedado obsoleto. La tecnología nos hace mirar al futuro. La ciencia exacerbada nos invita a soñar (sueños que devienen en pesadilla). Las nuevas antiutopías ocurrirán en el tiempo que está por llegar. Además de su carácter apocalíptico, admonitorio, clarividente, que nos invita a reflexionar en lo que va a ocurrir si no cambiamos nuestra actitud.
¿Cuál es la primer Distopía?
Ya Julio Verne en 1889 escribió la novela corta Un periodista en el siglo XXIX en el que su primera frase parece anunciar toda una nueva oleada de literatura distópica: ‘Los hombres de este siglo XXIX viven en medio de un espectáculo de magia continua, sin que parezcan apreciarlo. Hastiados de las maravillas, permanecen indiferentes ante lo que el progreso les aporta.’
Hastiados de maravillas, nos dice Verne, como si anticipase ya el cansancio y el desasosiego que reinarían en la literatura y la vida de los siguientes siglos. 
Unos años después, en 1897, H. G. Wells publicaría una de las primeras y no muy conocidas distopías, A Story of the Days To Come, novela corta en la que se dibuja un mundo hiperindustrializado y con una excesiva urbanización. En esta curiosa historia la vida urbana del futuro Londres está condicionada por una fuerte división de las clases sociales, siendo los trabajadores los habitantes del subsuelo y los ricos, de elevados rascacielos. Una visión sociopolítica en la que ya trabajó, con algunas variantes, en su famosa The  Time Machine (1895). Portada
Esta constante se repetirá en novelas clásicas como la del ruso Zamiatin (Nosotros, 1921), Orwells (Nineteen Eighty-Four, 1948) o Ray Bradbury (Fahrenheit 451, 1953), por citar tres de los más célebres novelistas de obras distópicas en las que un futuro indeseable es expuesto de un modo crítico y con claras referencias a nuestro precario presente. Nosotros es una alegoría fascinante que ha marcado el género, 1984, una cruda visión de un mundo anticultural, casi real y Un mundo feliz, la más original e hiperbólica de todas las distopías clásicas.
Si en las utopías literarias se empeñaban en hacernos ver un universo  modélico, deseable y al que deberíamos aspirar, en estos mundo grises y tamizados por la insatisfacción los seres humanos están reducidos a meros números (Nosotros de Zamiatin), degradados a una masa sin identidad y sometidos a una estricta vigilancia (1984 de Orwell) o despojados de la cultura que nos convierte en seres humanos (Fahrenheit 451 de Bradbury).
Para acabar una reflexión en voz  baja ¿es posible que ya estemos viviendo en un mundo distópico y no seamos conscientes de ello?

PUBLICADO EL SÁBADO 14 DICIEMBRE 2014 EN LIBROS. LA OPINIÓN DE MURCIA


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