domingo, 23 de agosto de 2015

LA VERDAD SOBRE LAS PALABRAS


En el principio era el verbo,
¿Acaso no lo será también al final?
Oliver Hornillos

La literatura y las palabras mienten. Por eso hemos de creerlas.
Todas las palabras que se pronuncian ya no nos pertenecen. Acaso sólo  ‘miedo’ o  ‘vértigo’.
Después de enunciadas son ya del viento, o de todos o de nadie.
Porque las palabras son viento, pequeños huracanes gramaticales.
Todos los poemas de amor han sido ciertos alguna vez.
Todos los libros viajan por el tiempo, y en las intersecciones de una noche en vela o de un largo viaje en tren, nos han poseído de algún modo.
El escritor no acaba en el libro.  Trabaja para la Eternidad. Su voz es infinita y nunca sabe a dónde llegará, ni hasta cuándo ni a quién alcanzará.
Las palabras son los únicos seres de este mundo que no envejecen.
Las palabras son metáforas de nuestras propias almas.
Las palabras nos construyen y con sus verbos y su música nos insuflan el aliento de la vida eterna.
Por eso tenemos nombres. Si hay algo de eterno en nosotros es el nombre. Porque al dejar este mundo, la persona que nos amó seguirá escuchando las letras que lo forman en su ser.
Las palabras están tejidas con el viento. Se respiran; y navegan hacia  el aliento de las personas y las cosas a la que amamos.
Cuando  confundamos el Amor con la palabra ‘amor’ y la Vida con la palabra ‘vida’ y la Eternidad con la palabra ‘eternidad’ comprenderemos el significado de la palabra ‘literatura’.
Si  heredamos y legamos algo verdaderamente valioso: una leyenda, recuerdos, amor… siempre va envestido de palabras.
Las palabras inspiran más palabras, cariño, poemas, razones para vivir, historias, sueños, amaneceres, colmillos, umbrales, espejos, zaguanes, orillas.

Nuestra realidad es un páramo que pueblan las palabras. Por eso los sueños no tienen explicación: porque ahí las palabras se transforman en símbolos.

PEDRO PUJANTE

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