Cuando leemos un libro –los que
escribimos reseñas, sobre todo- tendemos a cuestionarnos acerca de su género.
En este caso los editores nos señalan que se trata de una novela. ¿y qué es una
novela? Sin duda, la respuesta daría para un extenso debate, pero en este caso
tan solo es una invitación a reflexionar sobre los límites mismos del género. Y
es que El día que conocí… es un libro
fronterizo, renovador, que no se atiene a una etiqueta conclusiva, y que por su
heterogeneidad, se convierte en una pieza viva y proteica.
A base de capítulos breves,
algunos podrían ser microrrelatos, otros simplemente textos narrativos,
reflexiones o recuerdos inventados, el murciano Jesús Cánovas (Ricote, 1966) cimienta
una historia íntima y salpicada de anécdotas (¿reales, figuradas?) en la que su
narrador nos da cuenta de su vida, de su infancia, de sus primeros amores, de
su relación con Lucía, con el cine, con la literatura y por supuesto con Woody
Allen.
En ocasiones, de hecho, la mirada
somnolienta de Cánovas remite a algunas películas del cineasta neoyorquino,
como Sueños de seductor, Stardust Memories o Annie Hall, en las que la acción se entrevera con la introspección,
las fantasías y los juegos del inconsciente del narrador.
El argumento es tenue. El
protagonista narra en primera persona momentos clave en su vida sentimental,
familiar y emocional, sobre todo con Lucía, el gran amor de su vida. Pero al
contrario que una biografía, en este caso los hechos no se presentan siguiendo
un orden cronológico estricto ni la consiguiente secuencia narrativa de
acción-reacción. No, las imágenes nacen en cascada, desordenadas y arbitrarias,
entremezcladas con escenas de películas, recetas, créditos de cierre o con
fragmentos literarios. Este original y experimental procedimiento hace que la
lectura de El día que conocí a Woody
Allen se aproxime por momentos al relato breve. Pero no nos llamemos a
engaño. Como apuntábamos al comienzo, este libro debe su fuerza precisamente a
su carácter camaleónico y libre. Los capítulos, a pesar de ser piezas aisladas,
forman un todo, que si bien no llegan a tener la unidad de una novela clásica,
sí que componen un relato extendido, un poema en prosa narrativa de gran
belleza, sensibilidad y coherentemente trabado.
Cánovas ha construido un mapa
sentimental, de sueños y anhelos, de su propia vida –interior, literaria,
cinéfila, musical- y ha extraído del fondo de sus fantasías una palpitante
historia de gran intensidad.
Una obra que a pesar de estar
escrita con inusitada sencillez, entusiasmo, frescura y felicidad, deja
entrever el paso del tiempo, la meditación y un lirismo marcado por un poso de
cultura y experiencia.
La inteligencia del narrador
además se percibe en ese atisbo de ironía con el que ha sabido matizar todo el
libro, un libro que transcurre en Murcia, pero que también tiene lugar en una
sala de cine, en los recuerdos de viajes por París o Nueva York, en tantos otros
libros, en la amistad y el sexo, en el fracaso y la sencillez de la mirada de
un hombre hecho a sí mismo mediante la cultura y sobre todo, un libro escrito
por un niño que sigue habitando el alma incesante de un buen escritor.
Un libro delicioso y muy
recomendable.
Buena reseña. Un abrazo
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