domingo, 17 de julio de 2016

EL SHOW DE SAMSA. CÓMO ME HICE CÉSAR AIRA



Como muchas veces no sabemos muy bien quiénes somos, o simplemente queremos cambiar de personalidad, leer se convierte en el ejercicio más sencillo de ser otro.  Los lectores somos ventrílocuos que adoptamos la máscara de voz (ficticia) que mejor se ajusta a nuestra cara. ¿No hemos sido, por unos instantes, incluso días, Gregor Samsa, la sombra de Don Quijote o Anna Karenina?
Cuando leemos nos transportamos lejos de nosotros y en el tránsito sufrimos una transformación lenta pero innegable.
Resultado de imagen de como me hice monjaPero hay un pacto tácito entre el lector y su nuevo huésped. Un reconocimiento que abre este flujo osmótico. Nadie lee sobre marcianos si no está dispuesto a creer en ellos durante un rato. Cărtărescu decía hace poco en una entrevista que todos los escritores escriben para gente parecida a ellos. Y digo yo, que a su vez, todos los lectores buscan autores que se les parezcan un poco.
 Con César Aira me pasa ese milagro de mimesis mental. César Aira construye lo extraño desde lo natural, se distancia de lo metafórico y realiza un ejercicio de imaginación desbocada y muy inteligente que configura un universo disparatado pero sospechosamente parecido al nuestro. Su literatura, como si fuera un virus, engaña a nuestro cerebro, le hace creer que está compuesta por sus mismas células y se adhiere a él para no soltarse.
Aira es adictivo. Sus textos –dispersos, breves, ácidos, extravagantes – forman una especie de hipertexto total al que queremos acceder. Están hilados por una imaginación gigante e hiperbólica. Y esa omnipotencia creativa que demuestra en sus novelitas es pegajosa. Uno, mientras lo lee, quiere ser Aira, pensar como Aira, estar en el cerebro musical de Aira. Pero se quiere ser Aira más allá de Aira. Los que leemos a Aira elaboramos un territorio ficcional que encierra la imaginación de Aira y nos quedamos a vivir en él simulando que somos parte del decorado.

Ha escrito decenas de libros con la secreta intención –sospecho yo- de que nadie pueda llegar a ser él de un modo total.


PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA OPINIÓN DE MURCIA 

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