Giró la cabeza y encontró al otro
de lado de su cama el rostro de una anciana. Dormía, tenía el pelo blanco y un
aire de inocencia. Comenzaba a despertar. El susto casi le hace gritar pero se
contuvo. El pulso se le aceleró. Se volvió a dormir con la áspera sensación de
que el tiempo, los años, la vida en pareja habían pasado demasiado rápido.
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