“Toda tecnología lo
suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”
TERCERA LEY DE CLARKE
El cine y la literatura nos
tienen acostumbrados a una idea bastante pueril respecto a la superioridad de
las máquinas. Seres artificiales que, conscientes de su identidad y poder,
deciden sublevarse. El término robot lo inventó el escritor checo Karel Čapek
en su obra R.U.R. (Robots Universales Rossum). En ella se narra la rebelión de
estos androides con forma humana.
No será la última vez que la
humanidad tenga que enfrentarse a sus creaciones artificiales. Matrix, Terminator, Yo, robot y un
sinfín de artefactos narrativos que ponen en entredicho la supremacía del ser
humano sobre la inteligencia artificial. Incluso ha habido giros novedosos,
como el film de Spilberg, Inteligencia
artificial, o la más reciente serie sueca Real humans en el que algunos grupos de humanos ya han comenzado su
caza de brujas contra los incipientes androides, llamados Hubots, seres casi indistinguibles de los humanos, que presienten como una amenaza en la
sociedad.
Sin embargo, todas estas formas
de conflicto hombre vs máquina se han llevado a cabo en un plano bélico.
Incluso la sutil escenografía de Matrix,
que comenzaba con una suerte de combate en un plano de realidad virtual, más
metafísico que fáctico, más virtual que corporal, acabó sucumbiendo a las
necesidades del aparato holliwoodiense para convertirse, en sucesivas entregas,
en una lucha cuerpo a cuerpo entre humanos –la resistencia- y máquinas –el
aparato de control-.
Sin embargo, otros frentes no se
han desvelado todavía en la compleja relación entre lo maquinal y lo instintivo,
entre el ser y el computador. Otras
victorias que quizá nunca puedan sernos arrebatadas. O sí.
El ser humano siempre se ha ufanado, frente a la inteligencia artificial,
de poseer algo etéreo. El alma, el instinto, la imaginación, la sensibilidad
poética. No obstante ya se pueden leer novelas escritas por ordenadores. Amor verdadero es una obra narrativa
escrita por PC Writer 2008, un programa informático al que se le incorporó el
vocabulario, el lenguaje y las herramientas narrativas de trece escritores,
además de los datos que perfilaban a los personajes de la obra, una trama y un
tiempo y un lugar en los que desarrollar la historia.
WASP es un programa español que genera textos poéticos. Basándose
en poemas de escritores como Miguel Hernández, y mediante algoritmos, es capaz
de componer poemas. La inspiración suplantada por las matemáticas.
Ahora existe un curioso programa
que transforma tus tuits en sonetos o indrisos. Algo irrisorio pero que algunos
poetas no dudan de señalar como una amenaza incipiente.
El escritor Stanislaw Lem, en su
magnífico y borgeano libro Magnitud
imaginaria, dedica unas páginas a reseñar la literatura bítica. Esta es la
que ha proliferado desde fuentes no humanas: “Bajo la
denominación de literatura bítica englobamos toda obra de procedencia no
humana, o sea toda aquella literatura cuyo autor directo no ha sido el hombre”. Es decir, de
máquinas, que se han independizado creativamente del ser humano, y cuya
evolución deviene en un corpus críptico de obras “bastante impenetrables para el hombre”.
La ciencia ficción –es decir, la
realidad que habrá de llegar- algún día puede dar un giro y mostrar un mundo en
el que los robots sustituyan a los artistas. Cantantes virtuales, programas
informáticos con veleidades literarias, generadores de escenas fílmicas…Este
futuro es más aterrador que una cruenta batalla a campo abierto.
No parece muy cercano el día en
que las gestas literarias y las competiciones entre escritores por un premio se
fragüen en los límites de la realidad y lo virtual. Es pronto para creer que el
próximo premio Nobel de Literatura vaya a recaer en un sistema informático de
600 Megabytes. Es poco probable pero no imposible.
La guerra entre hombres y máquinas
posiblemente sea literaria.
APOSTILLAS JUNIO 2017
APOSTILLAS JUNIO 2017
Después de haber escrito este
artículo he encontrado otros ejemplos que ilustran esta tendencia
robótico-literaria de nuestra sociedad. En China un programa ha escrito
un libro de versos. Lleva por título La luz solar se perdió en la
ventana de cristal y su autor es el software Microsoft Little
Ice.
También descubro con asombro
cómo un programa llamado Dreamwriter escribió un artículo sobre finanzas y
ningún lector se percató de su origen no-humano.
Si hay una sobreproducción
literaria, ¿quién se dedicará a reseñar tal cantidad de obras? La respuesta, en
clave de ficción, la dio el escritor rumano Ovid S. Crohmalniceanu en su cuento Un
capítulo de historia literaria en el que imagina que habrán de
inventarse máquinas para analizar el ingente corpus generado por los robots
creadores, los literatos cibernéticos. Con ironía esta fábula que
parece estar convirtiéndose en un relato verídico nos advierte de que nuestra
ruta hacia la libertad creadora parece transitar por los oscuros páramos de lo
inhumano. Del fracaso de la unanimidad, de la muerte, esta vez real
y efectiva, del autor (además del crítico).
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