Como en otros textos de Mario
Bellatin Carta sobre los ciegos… se
apropia de los modos discursivos de otros formatos, en este caso, la carta. Este
es una de tantos mecanismos que utiliza el autor mexicano-peruano para
configurar su prosa como un simulacro. Recordemos, por citar tan solo dos
ejemplos, El libro uruguayo de los
muertos, que también se desplegaba como una extensa carta; o Jacobo el mutante, una supuesta
rescritura de una novela de Joseph Roth. Aunque pronto descubrimos que esta misiva
no es tal, sino que el relato consiste en la comunicación –más bien un
monólogo– que se establece entre dos hermanos ciegos y sordos. La hermana,
quien logra oír muy débilmente, a través de un aparato que los conecta, le da
cuenta a su siamés de lo que acontece a su alrededor. Ambos viven, sumidos en
una oscuridad atroz, en la Colonia de Alienados de Etchepare. Allí, en el
siniestro pabellón de naturaleza semiclandestina, vallado con alambres
eléctricos, reciben la visita de un escritor que se propone hacerles escribir
un texto en conjunto. Un escritor anónimo de escaso éxito pero que reflecta la
imagen distorsionada del propio Mario Bellatin: estudió cine, es “físicamente deforme” y ha escrito un
gran número de libros.
El relato, en definitiva,
consiste en el discurso ininterrumpido y ansioso de esta hermana, que se dirige
a su hermano, en un monólogo alternado por la dulzura y la perversión, en el
que como un ritornello, retoma una y
otra vez, de modo obsesivo los mismos
temas: los perros mandados sacrificar por Mohamed, la presencia de la madre,
una historia sobre un barco que naufragó, el acecho de ratas, las violaciones,
el incesto, la escritura como acceso y deformación de la realidad.
Bellatin recrea un universo de
detalles mínimos que logra trasmitir una angustia asfixiante y enrarecida, en
el que lo grotesco no solo se manifiesta argumentalmente. La estructura
monótona del discurso también coadyuva a plasmar esa sensación de malestar. Las
vagas y subjetivas referencias al mundo exterior pierden su calidad mimética y
despojan de sentido cualquier intento de aproximación a la realidad: fotógrafos
ciegos, androginia sexual de una narradora con pene o jaurías que atacan a los
pacientes de este centro para lunáticos que deviene escenario distópico en un
mundo carente de toda referencia espacio-temporal.
Además, las referencias
literarias desdibujan también los contornos y dificultan una lectura realista
de Carta sobre los ciegos.... Bellatin
acude a Kafka, Lydia Davis, Diderot o sus propios textos pero deformando los
vínculos, recreándose en lo apócrifo y lo marginal para enrarecer un texto que
ya de por sí se muestra anómalo.
Raro, inquietante y perverso,
este último episodio de la Enciclopedia Bellatin nos descubre un ángulo más de
la poliédrica figura de un escritor sorprendente y único en su especie:
“bienvenidos al infierno místico y grotesco de Mario Bellatin”
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