miércoles, 9 de enero de 2019

LA OBRA DE TEATRO


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Contrataron al director teatral más importante del momento. No escatimaron en detalles. La obra, le explicaron sin ruborizarse, estaba llamada a convertirse en el proyecto más grande jamás concebido. Un solo actor interpretaría a Dios. Cinco mil jóvenes serían el coro celestial. El resto de la población mundial, a excepción de los 30 millones que conformaban el personal de atrezo, guionistas, vestuario, transporte, producción artística y logística, en total unos seis mil millones de habitantes, haría de extras en la obra. En el desierto del Gobi se reunió a todos los miles de millones de hombres, mujeres y niños que conformaban la Humanidad. Alguien bromeó con aquello de que el mundo es un teatro. El planeta quedó vacío durante los titánicos ensayos en los que maniobras de intendencia militar, estrategias grupales infinitas y ejercicios de coordinación que involucraban a miles de ayudantes de dirección se combinaban con una precisión suiza. Durante meses la Humanidad ensayó el magno proyecto, la gran obra de teatro. El día del estreno llegó. Los seis mil millones de actores se extendían sobre el escenario monumental. Fue un sonoro fracaso. No quedó nadie fuera del proyecto para asistir como público.

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