jueves, 10 de septiembre de 2020

VERA, UN FANTASMA HECHO POR EL AMOR

Biografia de Auguste Villiers de l'Isle-Adam


Villiers de L`isle Adam se imaginó a una Eva Futura, que es la transubstanciación de la vieja mujer imaginaria a través de la nueva tecnología. Thomas Edison, el personaje de la novela, construye una ginoide llamada Hadaly para sustituir a una estúpida mujer de la que se ha enamorado su amigo Lord Ewald. Ahí encontramos una de las causas que justifican la invención de mujeres artificiales: la sustitución. No porque las mujeres de carne no sean necesarias o valiosas sino porque el hombre no es en ocasiones lo suficientemente inteligente para apreciar su valor. Muerto el deseo, se le da vida a la fantasía.

Pero es “Vera” el cuento de Villiers del que más me apetece escribir. Este relato es una de las más fascinantes historias de amor de la literatura francesa de todos los tiempos. Su primera frase es una declaración de principios: “El amor es más fuerte que la muerte…”, y casi resume todas las historias de amor verdadero.

La condesa D`Athol fallece en “una jornada sin nombre”. Pero el conde D`Athol no cree en la muerte, no cree que la muerte pueda suprimir la presencia fulgurante y sagrada de Vera. Su amor le obliga a verla entre sueños y vigilia, entre el deseo y una realidad sin tregua y apelmazada por la vulgaridad de su soledad. Continúa con su rutina, es feliz, la muerte de Vera le parece un sueño, ella sigue aquí. Vera es más que carne y presencia porque está “hecha de voluntad y de recuerdo”.

Raymond, el sirviente que al principio recela de la locura de su amo, con el tiempo, comienza a intuir la presencia innegable de Vera. El vestido negro entrevisto al girar un corredor, el sonido de la campanilla, quizá el eco de su voz que se filtra a través del muro de una alcoba. ¿Qué es un fantasma sino la materialización de una intensa idea?

El lector de este cuento es el que más claro tiene que Vera es real, que su muerte fue un sucio truco del conde de Villiers con el que perpetuar la imagen indeleble de un amor desgarrado y certero hasta el espanto mismo. Vera deambula por los párrafos del relato, aparece, se insinúa, hace una mueca, corretea ufana con una sonrisa roja y una lívida mirada de entidad del otro lado. A medida que pasa el tiempo todos, los personajes y los lectores de la historia vamos envejeciendo, acercándonos a la muerte. El tiempo pasa. Pero Vera está cada vez más viva y hermosa. Es decir, sigue siendo Vera. El conde ve brillar Venus en el cielo piensa: “es Vera”.

El conde nos conduce a su habitación, y conformada por la memoria y la voluptuosidad allí está Vera, esperándonos, como siempre ha estado. “Roger”, exclama una voz lejana. Se besan.

Tras el éxtasis llega la caída, la revelación: descubre el melancólico conde que está solo, descubrimos juntos que ella no ha sobrevivido a su muerte. Que los sueños son reales hasta que despertamos, que la vida es cierta mientras no dudamos de que estemos vivos. El amor es más fuerte que la muerte, pero la realidad es más poderosa que la vida.

Roger pide una señal, un camino por el que reanudar su viaje hacia el frágil amor. Y como cualquiera habrá adivinado, la llave que abre todas las puertas no es otra que la misma llave de la tumba de Vera. La muerte en nuestro destino, aunque siempre lo reconocemos tarde, cuando su inefable presencia es ya tan fuerte o más que la vida.

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