lunes, 16 de marzo de 2015

LOS ÚLTIMOS DE JUAN CARLOS MÁRQUEZ



LOS ÚLTIMOS
JUAN CARLOS MÁRQUEZ
SALTO DE PÁGINA, 2014


La Ciencia Ficción, sobre todo en su vertiente de anticipación, ostenta el mérito de saber comprender el presente desde el futuro, reescribiéndolo como si de un palimpsesto se tratase, pergeñando una biografía imaginaria de nuestro devenir. En este sentido, se suelen alabar en muchos casos, los aciertos que el escritor haya tenido respecto a sus profecías. Su clarividencia, su intuición. A mi entender, estos aciertos no son la parte central de una obra que, recordemos, es literaria. El goce estético –y aquí estoy con Harold Bloom- no ha de estar supeditado a las aportaciones científicas del escritor a su obra, sino a su sensibilidad y su capacidad de hacernos partícipes  de ese mundo que ha creado. Y creo que Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967) en esta breve distopía lo logra con creces: crea un universo creíble, humano y desolador.



    La novela cuenta la historia de un grupo de supervivientes a un Apocalipsis que duró, como la Creación, siete días, haciendo de la existencia un palíndromo de tiempo. En unas condiciones extremas, un reducto humano, una familia y poco más, consigue llegar a una nave espacial y emigrar hasta Marte, donde se desarrollará la segunda y última parte de la novela.
En la primera parte, en la Tierra el oxígeno y los recursos escasean. Además,  seremos testigos de atroces ataques de seres mutantes malformados y antropófagos. Memorable e impactacte es esa escena de una repulsiva hembra devorando a su recién nacido hijo, como el Saturno goyesco.

    En la segunda parte, estos héroes ocasionales deberán encontrar una forma de aclimatarse a Marte. Márquez plantea la terraformación, es decir, los personajes pretenden crear una atmósfera similar a la de la Tierra para perpetuar la vida en el planeta rojo.
Los últimos es una novela corta, dividida en capítulos muy breves, a veces incluso inferiores a la página. Esta economía verbal consigue despojar al relato de florituras innecesarias y trasmitir la sequedad, angustia y frialdad que han de estar experimentando los propios héroes. Procedimiento que nos recuerda a Plop o Frío, novelas apocalípticas sobre la crueldad, del malogrado y genial Rafael Pinedo, también publicadas en Salto de Página.
Además, este escamoteo de información,  y la elipsis a la que recurre Márquez, consiguen que las imágenes a las que nos enfrentamos cobren viveza. Como si visionáramos instantáneas cinematográficas de una intensidad inusitada, en las que no todo se nos cuenta, en las que la imaginación del lector debe de poner de su parte. Y si en algún momento la narración parece exigir un texto más extenso, el conjunto final de la novela se presenta compacto, sin fisuras, con una dicción y una estética acordes a su propia narración, que aunque escueta y concisa, se permite algunos fogonazos de altura poética: ese supermercado visto como un ‘escenario fantasmal’ o esos paisajes de carretera de ‘una belleza de postal del Más Allá.’

     La novela, además, está contada a modo de diario, lo que acrecienta su impacto, inmediatez y verosimilitud.

       Este álbum de frías estampas de un mundo desolado, no obstante, en su recorrido final se tiñe de cierto optimismo, se vislumbra un cálido soplo de esperanza. La raza humana, quizá, no esté a punto de sucumbir.
Como en Interstellar, The Road o Walking dead;  como en todas y cada una de las novela apocalípticas que se han pergeñado a lo largo de los últimos decenios, Los últimos nos habla de la supervivencia de la especie, de las vicisitudes del ser humano en un fin del mundo inesperado y caótico y de su capacidad para enfrentarse a sus propios fantasmas interiores.

       Tal vez su único inconveniente sea la recurrencia de algunos elementos, bastante manidos ya a lo largo y ancho de este género: mutantes caníbales, reducción de la especie humana por una hecatombe, un viaje a Marte poco verosímil…


     Pero la originalidad con la que Márquez bosqueja la historia, la fuerza y concisión del lenguaje y la poderosa energía de algunas imágenes hacen que Los últimos se imponga como una gran e interesante epopeya contemporánea.

PEDRO PUJANTE

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