La editorial madrileña MAR Editor acaba de lanzar en su sello de narrativa un volumen de relatos titulado "Sexo robótico" dedicado a la ciencia ficción. Los temas de estas historias giran en torno a las relaciones entre los humanos y la tecnología en sus muy distintas variantes. Desde robots libidinosos, programas informáticos capaces de reproducir sensaciones eróticas de alta definición, androides que se enamoran y cualquier tipo de interacción amatoria que puedas imaginar entre una máquina y un ser humano.
Me he encargado de la edición, corrigiendo textos, componiendo un prólogo y contribuyendo con un relato titulado "Narciso 2.0", en el que exploro las posibilidades del autoamor a través de un clon en un futuro en el que la heterosexualidad ha sido abolida.
El prólogo empieza así:
El amor entre
los hombres y los seres artificiales es tan antiguo como la propia historia.
Nos cuenta Ovidio en su Metamorfosis,
«Libro X», que Pigmalión se enamoró de una estatua que él mismo había
creado con blanco marfil. Se enamoró de una imagen que preexistía en su mente y
que proyectó en la escultura blanca.
Este idilio se
ha repetido desde entonces multitud de veces. Han cambiado los personajes, los
lugares y la trama, pero se mantiene el acto de amor entre el hombre y el ser
artificial.
E.T.A Hoffmann,
uno de los inventores del terror moderno, ideó en su relato “El hombre de arena”
un ambiguo amor. Nathanael es seducido por Olimpia, un infame artefacto con
forma femenina. Al final, morirá presa de la locura.
A finales del
siglo XIX Auguste Villiers de l'Isle-Adam escribió una de las primeras novelas
de ciencia ficción en la que un hombre se enamora de una mujer artificial. La Eva futura. La novela adolece de
rigor científico pero es reseñable cómo el autor se adelantó en uno de los
tópicos más interesantes de la literatura: la fusión de los sentimientos
humanos y la materialidad de las máquinas.
Millones de
personas enamoradas, en la distancia, de imágenes reproducidas en revistas,
cuadros famosos, fotogramas que emulan la figura de Irina Shayk o Rita
Hayworth. Pigmaliones de luz que la pantalla del televisor ha esculpido en la
soledad de nuestro salón. Enamorados de seres irreales. Ocurre a diario. Amamos
a seres artificiales con el rostro de bellezas imposibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJA AQUÍ TU COMENTARIO