‘Los poetas son mentirosos’
PLATÓN
El título de estas notas podría parecer que esconde un
oxímoron porque ¿no es toda literatura una impostura per se? ¿No es todo escritor un farsante declarado y sus
producciones, sarta de mentiras?
Es posible, sí y no, todo depende del estatus que le
queramos otorgar a la ficción; o la relevancia que para nosotros tenga eso que
llamamos realidad. Aunque lejos de querer cuestionar el verismo en la
literatura o el peso que la ficción tiene en ella; lejos de abordar el viejo
dilema entre realidad y ficción lo que pretendo es acercarme al mentiroso, al
impostor, al gran embaucador que se parapeta tras algunas máscaras literarias.
El personaje impostado.

La idea de hablar de embaucadores me ha surgido precisamente
por la aparición de la última novela de Javier Cercas, El impostor. En ella, sin ficción alguna (ya la pone el personaje,
nos recuerda su autor) Cercas nos habla de Enri Marco, ese farsante que engañó
a todo un país haciéndose pasar por una víctima del holocausto nazi. En el
libro, el autor trata de entender –no justificar- las motivaciones que
impulsaron a Marco a llevar a cabo tan horrorosa y descomunal mentira. Una vida
de engaños que está plagada de muchas mentiras y algunas verdades.
Uno de los primeros farsantes- aunque éste sí que era además
un héroe- fue Ulises. No solo luchó en Ítaca y navegó los mares; también
inventó historias para poder salir victorioso de más de un embrollo. Al cíclope
Polifemo le engañó; también mintió al llegar a Ítaca, haciéndose pasar por un
viejo desconocido. Sabemos que su
abuelo materno fue Autólico, hombre que sobrepasó a todos los hombres en
ingenio a través de juramentos falsos y procedimientos poco honrosos, hurtos y
robos incluidos. Le dice Atenea a Ulises en el Canto XIII: ‘Bien astuto y taimado ha se ser quien a ti
te aventaje en urdir añagazas del modo que fuere…’
No nos vamos a
detener en nombrar a otros mentirosos clásicos: Alonso Quijano, ese hombre de
pueblo que se hizo pasar por caballero andante; Enma Bovary, infiel mujer
desesperada o el mismísimo Pinocho.
El impostor que
relata Cercas se parece mucho al que Emmanuel Carrère retrató en El adversario. Un tipo que fingió ser
médico durante toda una vida y que acabó asesinando a su familia, cuando fue
descubierto. Más feliz es el caso de Enrique Vila-Matas, quien en una de sus
primeras novelas rescribió la historia de un tipo mentiroso, farsante y
usurpador. Al igual que Borges, Carrère y Cercas, Vila-Matas extrajo su ficción
de la savia de la realidad. En este caso –me refiero a su novela Impostura- el personaje es un loco,
desmemoriado al que la señora Bruch reconoce como su esposo. Pero a la vez, la
identidad es disputada por una segunda mujer. Claudio Nart o Ramón Bruch,
¿quién es? ¿Está loco, sin memoria o es alguien que está sacando provecho de la
confusión? Vila-Matas extrae su fantasía de la realidad para recordarnos que la
ficción es mucho más poderosa, porque no tiene límites o porque es capaz de mezclarse
con ella (la realidad) y confundirnos.
Todos los
impostores, llevados al papel, acaban siendo reales. Cobran una especie de vida
inmortal. Quizá ese es el verdadero secreto de la literatura: convertir la
mentira en una verdad eterna, transformar la realidad efímera y gris en una página infinita y colorida de la Gran Ficción.
PUBLICADO EN SUPLEMENTO LIBROS, LA OPINIÓN 27-12-2014
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