EN LA CABEZA DE BRUNO SCHULZ
MAXIM BILLER
MINÚSCULA, 2015
Hay libros que deben parte
de su vigor al número ingente de
motivos que acumulan sus páginas. Ulises
de Joyce, por poner un ejemplo, no se podría reducir a unos pocos párrafos
sin perder su fuerza. Sin embargo, esto no es óbice para que libritos de
pequeña envergadura se conviertan en grandes obras. El extranjero, de Camus o La
metamorfosis, de Kafka, servirían de ejemplo. Y casi, al azar he traído
estos dos títulos que se bastan con un centenar de hojas, y me doy cuenta de
que ambos tienen algo que ver con este que aquí comento, aunque en realidad
nada tienen que ver. El horror, lo fantástico como puerta hacia la miseria
humana, el dolor y la nada…Trataré de explicarme, empezaré por el principio.
Esta breve historia, que firma
Maxim Biller (Praga, 1970), se sitúa entre la metáfora de pesadilla y el relato
biográfico. Nos cuenta lo que le ocurre a Bruno Schulz, o más bien lo que
ocurre en su cabeza, cuando llega a su pueblo un doble del escritor Thomas
Mann. Schulz escribe una carta al verdadero Mann y le narra los extraños
acontecimientos que comienzan a suceder en su pueblo. Esa carta es además un
grito desesperado que busca salvarse de un mundo que parece desmoronarse,
tornarse infernal.
BRUNO SCHULZ |
Sin embargo, los hechos (mezclados
con los sueños, con el miedo, con la ansiedad, con el delirio), teñidos por un
halo onírico y a veces de un patetismo hiperbólico, no dejan de ser la anunciación, el preámbulo
de lo terrible, de lo que está por ocurrir en la Europa de finales de los años
30.
El terror es el monstruo que
anida en el cuerpo, sobre todo en la mente desquiciada del pobre profesor de
dibujo Bruno Schulz, hombre pusilánime con ambiciones literarias, pero azorado
por sus inseguridades y por visiones nefastas y apocalípticas, que si no fuesen
dirigidas a un lector-testigo del siglo XXI, parecerían más una historia
fantástica de horror, que una cruda alegoría de la historia reciente de Europa.
Y más, si el lector sabe los hechos horribles y deleznables que tuvieron lugar
en torno a la vida –y muerte- del escritor polaco.
En esta historia escueta se
condesa una niebla, una cerrazón narrativa que consigue una lograda atmósfera
de horror gracias a su pretendida irrealidad; que se comunica con nuestro mundo real por un
sutil pero verificable cordón umbilical de sensaciones, angustias, sutiles
símbolos.
Magistral recreación literaria del hombre que huele su propio final,
el monólogo fantasmal de un espíritu que intuye su propia muerte y que trata de
escapar en vano del miedo que lo destruye, que lo diluye en la nada.
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