Hace unos meses que vengo disfrutando de la lectura
intermitente de un libro de Fernando Arrabal, en el que se han incluido una
obra de teatro, Pingüinas y una
suerte de biografía: Un esclavo llamado
Cervantes. Ambas obras, muy oportunamente rescatadas por Libros del
Innombrable, están dedicadas a la figura de Miguel de Cervantes.
El otro texto, para mí el plato fuerte del volumen, es un ensayo
biográfico en el que el autor dialoga con la cultura y nos ofrece una
iconoclasta visión de la vida y época de Cervantes. Un Cervantes de probable
origen judío, al que desmenuza con la mirada de un entomólogo.
Pero Arrabal no se estanca en la mera nota biográfica
cervantina o en la acumulación de datos históricos, más o menos tangenciales.
Además habla de sí mismo y de la elaboración de sus obras (la cervantina y la
arrabaliana), de Breton, Dalí o de un infierno llamado Nueva York. Su lenguaje
alambicado y propenso al hipérbaton no es un obstáculo para que la fluidez y la
ironía incandescente de Arrabal consigan hacer de este peculiar texto una
delicia, una pequeña obra de arte de gran valor literario que nos acerca a un
Cervantes atemporal.

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