
Hay otros. Hamlet fue ayudado por su amigo y confidente
Horacio. Próspero de La Tempestad, también
de Shakespeare, fue aquel desheredado y
solitario habitante de una isla; estaba acompañado por el salvaje Calibán -una
especie de ser deshumanizado que encarnaba la abyección, la fuerza primaria y
lo más puro y bruto de la naturaleza-, además del espíritu Ariel. Sin salir de
Shakespeare no se puede olvidar al paradigmático Falstaff, compañero
pendenciero y cobarde que acompañaba al joven aspirante a rey Enrique IV.
Además, es quizá el único personaje que Shakespeare reutilizó en diversas
piezas dramáticas.
Sin embargo, España ha sido capaz de engendrar ayudantes que
son protagonistas principales, segundones con el carisma de héroes en sí
mismos: El Lazarillo, ese pícaro que
se vale de su condición de ser marginal para sobrevivir en un mundo complicado.
Y la Celestina, la trotaconventos arquetípica que perfiló Fernando de Rojas, y
que representa a esa señora mayor que sirve de ayudante a parejas, la alcahueta
de solteros en busca de redimir su amor.
PUBLICADO EN LA OPINIÓN DE MURCIA, 1 AGOSTO DE 2016
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