lunes, 24 de diciembre de 2018

ARENGAS POLÍTICAS Y PERFUMES FRANCESES: EL DISCURSO VACÍO


Resultado de imagen de QUIM TORRA PERFUMENo pretendo realizar un estudio comparativo serio, pero si uno presta atención advertirá que los discursos de los políticos y los anuncios publicitarios coinciden en algo esencial: ambos pretenden venderte algo, se dirigen a ti con la única intención de seducirte, de hacerte cambiar de parecer y que “compres” su producto. En un caso se trata de ganarse tu voto, en el caso de los vendedores de, digamos, colonias, es fácil adivinar qué es lo que quieren que les compres a un precio siempre desorbitado.
Resultado de imagen de MIERDA DE ARTISTAResulta que la política se construye desde la complejidad, no hay quien la entienda, y los que supuestamente entienden se pasan el día discutiendo sobre este o aquel punto, sin llegar nunca a un acuerdo. Por esta razón los políticos, como los anunciantes de perfumes, apelan a tus emociones y no tanto a tu raciocinio o a tu comprensión racional. No te venden colonia, te venden la idea de belleza que de ella se desprende. No te venden una idea política sino el miedo, la felicidad o el odio que en ti puedan suscitar. Últimamente es más que evidente esta visceralidad que subyace en los discursos políticos, peroratas populistas que invocan los demonios de Franco, los peligros de la inmigración o el manido tema catalán. Un tema que, si se piensa fríamente, solo importa a unos pocos, porque es un sinsentido y no evoluciona ni tiene consecuencias para el resto del país. Están pidiendo la independencia desde que tengo uso de razón. Y siguen estancados ahí, en un diálogo de besugos infinito que recuerda los dramas de Beckett o Ionesco, caracterizados por frases repetitivas, estereotipadas y carentes de sentido. ¿Ha oído usted a un político proponer una solución material para la vivienda, la precariedad salarial o la inseguridad ciudadana? La respuesta es Cataluña.
Resultado de imagen de BELLEA PERFUME MODELOSEste discurso vacío del charlatán político, sin contenido pero lleno de bilis y de gritos llamando a la sublevación o al levantamiento es el equivalente a la ausencia de mensaje de los anuncios de perfumes que en estas fechas navideñas arrasan en las parrillas televisivas. Torra y Cacharel, Casado y Lancôme, y poco más. En estos anuncios aparecen bellos hombres y mujeres que no hablan, que se desplazan por el éter de la realidad como enigmáticos espectros portadores de una sensualidad arrebatadora, casi sin ropa, erotizantes y protegidos por el aura mágica de un perfume. No se habla en estos breves capítulos comerciales y lo poco que se oye suele ser una voz en off en un idioma extranjero, francés o inglés, en un tono susurrante, como si revelasen el secreto mismo de la belleza pero que tan solo esboza un eslogan, un mantra de belleza sublimada. Oímos  y observamos estos anuncios estupefactos, impávidos ante los hermosísimos seres que en ellos habitan, creyendo que, tal vez, si nos ponemos unas gotitas del espléndido y caro elixir lleguemos a exudar esa inefable atracción sexual, a contagiarnos de sus bellezas y por fin alcanzar el nirvana de la aceptación social elitista.
El poder del perfume es como el discurso de los políticos actuales: un potingue vacío, sin valor más allá del que la sugestión y la emoción de cada uno quiera proveerle. Además ambos productos nos salen más caros de lo que realmente valen.

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