domingo, 27 de octubre de 2019

LA PARTE OLVIDADA


Resultado de imagen de MARIENBAD GRILLETRecuerdo que una vez me llamó la atención una película (cuyo título y argumento he olvidado) porque no tenía ni principio ni final. Consistía en un fragmento, de apariencia banal, extraído de la vida. La película empezaba a mitad de algo y cuando acababa, sabías que no era el fin y que la vida de los personajes se prolongaba más allá, que su realidad trascendía la conciencia de los espectadores, y así se les dotaba de una profundidad, de un horizonte, verosimilitud. La realidad son fragmentos. Antes y después de la ficción se presuponía una vida. Recuerdo que en La insoportable levedad del ser, de Kundera, la trama era un lapsus en la vida de sus protagonistas, y después de  más de veinte años de haberla leído es de los pocos detalles de la novela que han sobrevivido en mi memoria. El autor de estas ficciones aparenta ser un demiurgo imperfecto y nos muestra solo una parte de sus criaturas, como si se hubiese olvidado del resto, o como si fuesen tan reales que viven por sí mismas.
Resultado de imagen de ULISES JOYCEEn unas notas sobre la novela y el cine explicaba Robbe-Grillet que el tiempo verdadero de la nueva novelistíca (y también del cine) era el presente. La película de Alain Resnais, El último verano en Marienbad, dura 120 minutos y según Robbe-Grillet ese es precisamente el tiempo real, el tiempo que tardaban los personajes en vivir todas las situaciones que la película nos permitía ver. Escribir una historia que dure el mismo tiempo que se tarda en ser leída es un ejercicio que nos invita a reflexionar sobre la duración de nuestra propia vida, sobre el tiempo de la ficción y su correlato real. Homero nos regala en La Odisea una aventura que dura diez años y que puede ser atendida en unas horas. Joyce, quien más fielmente ha reproducido el mito ulisíaco, acerca más el tiempo real y el ficticio, porque precisamente la odisea de Leopold Bloom dura lo que se tarda aproximadamente en ser leída. Hace coincidir el tiempo externo y el interno, aunque el tiempo interno de Ulises sea uno de los más prolongados tiempos que existen en la literatura. Aunque sea un tiempo distorsionado, ya que el tiempo de un pensamiento siempre es sutil, inaprensible. Pero, ¿no se tardaría más o menos un día en leer Ulises?
El tiempo es la memoria, la memoria no es otra cosa que tiempo acumulado, tiempo registrado. El tiempo, si no fuese por la memoria, por el registro de recuerdos, no sería nada. Tan solo una quimera. Qué más da que hayas vivido cien años si no eres capaz de recordarlos.
Somos lo que recordamos que somos, lo que recordamos que hemos vivido. Pero también lo que olvidamos. En las novelas, como en la vida, cuenta mucho lo que se obvia, lo que no se cuenta. Funes, ese alter ego de Borges, era capaz de recordarlo todo, que es como no recordar nada. El mismo Borges escribió en “La memoria de Shakespeare” que la memoria estaba formada de recuerdos y olvidos.
Los escritores olvidan detalles de sus obras para que estén vivas. Una novela detallada es un recuerdo falseado. El olvido es la parte de la novela más duradera.

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