"¿Por qué existen los lunes?", suelen preguntarse muchas personas cuando el fin de semana ha acabado, amanece el primer día laboral, está nublado y el cuerpo resiente una leve nostalgia que se llama resaca. El lunes la gente se siente abandonada, desposeída. Abandonada como se sienten abandonados Adán y Eva al ser expulsados del Paraíso, porque los fines de semana son pequeñas parcelas de paraíso terrenal, breves cápsulas de tiempo y felicidad en las que viajamos en silencioso griterío arrebujados como fetos envueltos en el líquido amniótico del ocio, satélites a los que llegamos tras cinco días de trabajo y rutina para guarecernos del diluvio municipal y empresarial. Porque siempre llueve los lunes aunque haga sol y esté despejado el cielo.
Aunque el fin de semana más largo son las vacaciones estivales. El paraíso laboral en el que se olvida que tenemos una misión en la oficina, espacio-tiempo maravilloso donde/cuando dejamos de ser prescindibles, oportunos, necesarios. En las vacaciones nos transformamos en seres arbitrarios, tiramos el reloj por el pozo imaginario de la ociosidad, viajamos o no viajamos, pero nos alejamos de nosotros mismos vestidos con el traje invisible del emperador de la fiesta.
Reinamos en esa isla de días alargados que se apiñan y resbalan sobre nosotros mismos, transformándonos en una versión liberada, en la versión más irreverente de nosotros, con la vaga impresión de que en realidad ese sí que somos nosotros, no ese otro yo carnal y gris, rutinario y administrativo que recorre los días laborales como un empresario, un trabajador, un funcionario de la economía. Pero como todo sueño, como todo paraíso artificial y burocrático, las vacaciones se acaban y llega el gran lunes, ese día resacoso y fulminante en el que te enmascaras de nuevo con tu yo gris y rutinario.
Ese lunes, hoy día se ha convertido en un pasaje insobornable y por eso el hombre ha tenido que inventarse una nueva dolencia: el estrés postvacacional. El estrés postvacacional ha existido siempre pero como no se nombraba no existía.
Las cosas que no tienen nombre no existen en este mundo tan nominal en el que vivimos, fabricado de verbo, eslóganes y frases de Bucay. Por eso para evitarlo lo mejor que se puede hacer es dejar de nombrarlo, obviarlo, ignorarlo. De hecho, este artículo no debería haberlo escrito.
Por qué existen los lunes. No, los lunes no existen, los hemos inventado y nos los creemos. Solo existimos nosotros viajando por los días, felices y tristes, agobiados y gozosos, separando el sol veraniego de la lluvia otoñal y soñando que llegue el fin de semana, las vacaciones y el próximo paraíso, la siguiente parada en el viaje circular del calendario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJA AQUÍ TU COMENTARIO