Hay libros que por algún motivo consiguen
captar tu atención y causan un efecto hipnótico antes de ser siquiera leídos.
Esto me sucedió con esta novela del autor japonés Kobo Abe publicada en 1962.
Con un estilo limpio y preciso la narración va avanzando de forma lineal, lenta
pero inexorablemente hasta un final sin retorno que ya se presagia en los
primeros capítulos. Avanza como lo haría una nube de arena en el desierto de nuestras
almas. El argumento nos informa de un entomólogo aficionado que se pierde en un
pueblo costero al que acude en busca de insectos. Las dunas rodean el pueblo y
allí se fraguará su nefasto destino. La arena es en el relato la metáfora de la
fuerza incomprensible de la naturaleza. Pero también son los granos de arena
las mismas moléculas que forman todo el Universo: la vida. Y lo impregnan con
su sabor, su textura, su olor y su fuerza demoledora. Nos dice Kobo Abe en
estas deliciosas páginas que todo lo que no es arena es vacío. Quizá se refiere
al alma humana.
El protagonista sin nombre se
verá inmerso y sometido al designio impasible de la arena. No es descabellado
afirmar que Abe se trata del mejor representante de Kafka en el mundo nipón.
Sin embargo, la historia claustrofóbica y absurda del hombre que conoce a la
mujer de arena, va más allá de su propia narración. Hay en este libro ese aroma
sensual, caprichoso y miniaturista tan común en los escritores japoneses del
siglo pasado. Pienso en Kawabata o en Mishima. Abe sostenía la teoría de que si
había un alma, ésta debía residir en la piel. Y hay en estas páginas una
constante referencia a los sentidos, al cuerpo, al tacto y a los deseos
manifiestos de ser alguien que emanan del propio interior para entrar en
contacto con el árido mundo externo.
A través de las páginas de La
mujer de arena vamos descubriendo que el mundo no tiene sentido y que nuestro
destino está abocado al fracaso muy a pesar de nuestro sentido común.
Nuevamente, el absurdo sirve a Abe a poner de manifiesto la precariedad de
nuestras existencias y creencias.
Si Kafka hubiese nacido en Japón
no hubiese escrito El castillo. Hubiese escrito este libro.
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