EDITORIAL IMPEDIMENTA, 2013
Mircea Cărtărescu (Bucarest,
1956) es posiblemente el más importante narrador rumano de la actualidad. No
muy conocido en España, pero sí en su país natal es autor de poesía, novela,
nouvelle, y relatos. Y a través de estos
dos últimos géneros de narración breve
nos llega Nostalgia, una antología en falso formato de novela extensa cuyos
prólogo, cuerpo y epílogo son solamente excusas para encuadrar una suerte de
relatos independientes y distintos.
La escritura de Cărtărescu es
compacta, abigarrada. Escribe en un torrente que inunda de descripciones
olfativas, visuales y percepciones sensoriales y sinestésicas toda la narración. Hay algo de salvaje, de
lisérgico viaje por los recovecos de la memoria hasta la infancia. Porque
parece que el autor hallase en ella su paraíso perdido y añorado, su campo de
juego. Tanto en el relato ‘El mendébil’ como en ‘REM’ hay esa incursión en el territorio
de la niñez. Sobrevolando este libro hay un narrador omnisciente que se
inmiscuye en las historias y distorsiona sus argumentos. Un ejemplo de este
juego metanarrativo sucede en ‘REM’. La protagonista, en una de sus aventuras
oníricas y estrambóticas, se encuentra con un escritor que está escribiendo REM
y que no es otro que el propio Cărtărescu. Un juego intertextual y unamuniano
que nos recuerda La continuidad de los
parques de Julio Cortázar. De hecho, no parece casual que la primera
palabra de esta breve nouvelle sea Cortázar. Estas fantasías de niños cargadas
de guiños filosóficos convierten a los protagonistas en seres míticos que
ejercen rituales, envueltos en un aura mística y telúrica cargada de simbolismo
y magnetismo. En REM, sin duda la mejor pieza, la trama parece dirigirse sin
control por medio de las voces de los protagonista y bifurcarse en subtramas
cuyo único nexo en común es el propio REM, símbolo misterioso que se va
anunciando paulatinamente, y al que se accede a través de los sueños: ‘Los sueños se ligarán si eres tú, y te
llevarán hasta REM. No hay otro camino’. Es una especie de Aleph borgiano
que funciona como catalizador y puerta de las fuerzas oníricas y fantásticas
hacia otra realidad. Como la madriguera de conejo en Lewis Caroll o como las
grutas de Dante.
Cierra el volumen ‘El
arquitecto’, desquiciada historia de una obsesión musical que finaliza con una
hecatombe de dimensiones cósmicas.
El autor de ese volumen de
narraciones parece querer moverse en un espacio ambiguo, entre la realidad y la
fantasía, entre los sueños y la realidad. Ejercicio de funambulista que
trasgrede los puntos de vista y las voces narrativas y así convencernos de que
la historia que se nos presenta no es tal, sino un delirio, una alucinación de
la que somos partícipes o víctimas.
En el primer relato, El ruletista, un escritor nos advierte
de la posibilidad de que la ficción es el único mundo posible en el que su
protagonista puede existir. Un hombre que desafía al azar y que juega a la
ruleta rusa más allá de lo insospechado. Y como es un personaje ficticio, y habida cuenta de que él (el narrador) lo conoció
en persona, concluye, él es también un ser ficcional y por lo tanto inmortal.
Inmortal como esta serie de historias que nos llegan de Rumanía cargadas de
extraños símbolos, sueños e irrealidad.

Ciertamente es un autor poco conocido en España, muy inmerecidamente en mi opinión. Toda una suerte que Impedimenta hay ahecho un esfuerzo para acercárnoslo.
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