Cuando Pedro Pujante se despertó aquella mañana después de un intranquilo
sueño se encontró convertido en un americano del norte con
acento de Kentucky. En su habitación habían desaparecido los tebeos de
Mortadelo y el póster de Sabrina cantando ‘Boys, boys…’ en ropa ajustada. En su
lugar mil trastos: bates de béisbol, una diana tras la puerta y una bandera de
estrellas y barras decoraban el amplio cuarto con vistas a una urbanización más
amplia aun de chalets adosados y ancianos regando flores amplias flores. Al
bajar, su madre, solícita y sonriente y operada, le había preparado unas tortas
y huevos con beicon. Preguntó por papá pero ya se había marchado a la oficina a
echar horas para poder sufragar la universidad de su querido hijo y el tren de
vida exorbitado, que incluía vacaciones en Bahamas y cirugía estética para
Bobby, el caniche. Tantas horas extra que mamá tuvo que revelar con tristeza a
Pedro que esa misma tarde papá no podría asistir a su primer partido de fútbol
americano y que en la grada habría un asiento vacío simbolizando su orfandad
social y afectiva, porque papá, que en realidad se hallaría con la voluptuosa secretaría
en un hotel de carretera mugriento, había anunciado que tenía reunión de
accionistas. ¿Y cómo iré al instituto esta mañana? preguntó Pedro. No te
preocupes, Pit (ya le había anglosajonizado el nombre), replicó ‘mum’, tienes
16 años y puedes coger prestado mi descapotable 4000 centímetros cúbicos marca
FORD. Pasa a recoger a esa rubia tetona, Nancy, la jefa de animadoras de tu
equipo, y como capitán que eres, ejerce tu derecho de pernada sobre ella.
Sonrió Pedro, pensó en las piernas depiladas de Nancy, en
las patas de la rana que diseccionaría en clase de ciencias y en los pardillos
que insultaría a la hora del recreo. Sonrió y olvidó que en otra vida no había
sido americano.
Me has hecho sonreír con ganas. Ay, los tópicos...
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajaja, has elegido bien la portada, parece un capítulo de los simpson.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.