
Repasando cualquier periódico
español –nacional o regional- cualquiera
puede hacerse una imagen mental del país, de la sociedad actual. Su carácter
misceláneo y variopinto facilita que en diez minutos puedas radiografiar el
mundo, las costumbres, los hábitos, los gustos de toda una comunidad, de todo
la humanidad.
Imagino a un lector del futuro,
que asomado a un agujero del tiempo, pudiese espiar un periódico de hoy. Este
mismo que tienes en tus manos. Lo primero que llamaría su atención serían los
casos de corrupción, violencia doméstica, crímenes, robos, abusos de menores.
En el papel frío y distante estas crónicas parecerían el material oscuro de una
novela imposible. También se sorprendería el lector futurista de algunas
tragedias inmigratorias, conflictos religiosos que provocan debacles
humanitarias. La política como protagonista de una batalla estatal entre
comunidades, entre partidos. ¿Por qué tanta violencia e inquina?, se preguntaría
este visitante insospechado.
La publicidad sería un buen
indicador del estado anímico de la población: qué compra la gente, qué
intereses materiales movilizan a los habitantes de este supuesto pasado. El
futuro observador se sentiría conmovido por apreciar el sentido de la muerte
que los obituarios, dispuestos como nichos, uno sobre otro en la página,
dispensan. Nombres, fechas, familiares rogando por el alma…
El breve espacio que se dedica a
la cultura en relación al que ocupa el deporte será una clara señal de nuestras
prioridades. Sobre todo el espacio dedicado al fútbol, una actividad que
posiblemente el futurista lector no llegará a comprender si los siglos le han
despojado del sentimentalismo que los colores de un equipo imponen en sus
acólitos. En un periódico suelen haber dos páginas dedicadas a cultura y nueve
a deportes. Pero con suerte, es posible que nuestro amigo del futuro haya dado
en ver un periódico sabatino y se encuentre con un suculento suplemento de
libros, música, cultura.
Las columnas de opinión también
pueden dejar claro qué tiene la gente en mente: sobre todo política, esa forma
abstracta de complicarnos la vida.
En el periódico que imagino
también es curiosa una coincidencia. La página de contactos sexuales ha caído
junto a la de economía. Mientras el deslumbrado lector que lee el pasado
contempla las ofertas de chicas, travestis y ‘amigos’, puede enterarse de
cuánto ha bajado el Euribor, el Ibex y una larga lista de nomenclaturas
indescifrables que harán que la lectura de la prensa pretérita se convierta en
un galimatías de ciencia ficción. Sexo y dinero siempre fueron de la mano.
Pero este carácter híbrido y
fronterizo del que goza la prensa escrita hará que su lectura provoque
sorpresas inimaginables. En un pueblo muy pequeño se están celebrando unas
fiestas patronales fantásticas. Una tal Rocío ha hecho la comunión y sus
familiares, enviando una fotografía, la felicitan con gran entusiasmo. Ha caído
otra banda de ladrones de naves (no espaciales, pero naves), han pillado el alijo
más grande de cocaína de la historia. Lo del alijo más grande siempre es
noticia, porque los límites de los traficantes –y al parecer de los
consumidores- no existen y siempre hay uno mayor que supera al anterior.
Para acabar, el lector viajero
del tiempo, podrá ver la parrilla televisiva y la oferta en cines. Con todo
esto, creo yo, podrá nuestro supuesto
visitante hacerse una idea global de nuestro tiempo, a través de un simple
documento efímero y volátil como es un diario. Podrá condensar todo un conocimiento
etnográfico y cultural de una raza, de una época mediante la atenta observación
de apenas medio centenar de páginas de fino papel.
La vida del hombre, de la
humanidad se puede resumir en un periódico de un sábado cualquiera. La historia
de toda una raza se puede consignar a través de la fugaz lectura de unas
cuantas páginas casuales y anodinas que salen de una imprenta un día cualquiera
de la creación.
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