domingo, 16 de septiembre de 2018

PARQUE TEMÁTICO PARA VIAJEROS EN EL TIEMPO

PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO 30 ANIVERSARIO "LA OPINIÓN" 15-9-2018


Queridos cronoviajeros, estén atentos porque acabamos de llegar a Murcia en 2018, la temperatura ambiente es de 40º a la sombra, la misma que hacía treinta años en esta ciudad un día de verano cualquiera. No se separen del grupo porque numerosos “aparcacoches” han sido conservados para dotar de realismo el parque. Este puente es idéntico al original, está fabricado con hierro y se ha levantado sobre lo que debió de ser el Río Segura, por el que, según señalan nuestros geólogos, corría un buen caudal de agua.  En el puente debió de vivir una famosa alcaldesa o princesa como se puede deducir del único fragmento rescatado y conservado en nuestro archivo sonoro: “La Virgen De Los Peligros, La Virgen De Los Peligros,/La Que Está Encimica´El Puente”.

 Allí, al norte, se celebraba la feria, un evento que tenía lugar en el mes de septiembre y que era famoso por concentrar a gran cantidad de humanos en condiciones de hacinamiento pero que, paradójicamente, se saldaba con resultados agradables. De hecho, se repetía cada ciclo anual. Sí, exacto, igual que el Bando de la Huerta, todo viene explicado en el folleto; consistía en un multitudinario ritual de carácter social y lúdico, muy popular, en el que millones de humanos se concentraban en espacios muy concretos de la ciudad para intercambiar fluidos corporales: saliva, orina, semen, deposiciones, jugos gástricos, sudor. Consumían drogas líquidas y productos hipercalóricos un 80% más de lo tolerable, realizaban movimientos espasmódicos llamados “bailes”, animados por sonidos a todo volumen y perdían el conocimiento bajo los efectos de sustancias que alteraban sus estados de conciencia. Fue poco antes de la implantación total de las redes sociales, cuando todavía estaba bien visto mantener relaciones físicas directas. Eso que pueden ustedes apreciar ahí es un pub estándar. No servían alimentos para que las drogas líquidas (whisky, ron, licores de cebada, etc.) produjesen un mayor efecto en el cerebro. Además, los dispensadores de sustancias (llamados camareros) se seleccionaban de entre los jóvenes mejor dotados físicamente como reclamo sexual. Hemos conservado el pub en su estado original y creemos que había miles repartidos por toda la metrópolis. La barra servía como punto de apoyo cuando estaban a punto de perder el equilibrio. A grandes rasgos todos estos habitáculos se usaban con los mismos fines prácticos: reafirmar el estatus jerárquico dentro del grupo social y perpetuar la especia mediante sofisticados rituales de cortejo y apareamiento. No, no se comunicaban, esos aparatos llamados altavoces impedían todo contacto lingüístico mediante molestos y continuados ruidos denominados “Reguetón” y con otros términos del todo intraducibles a nuestro idioma actual. Hay teóricos que sostienen que estos espacios eran salas preparatorias para el ritual de “El Bando de la Huerta”, pero no está demostrado. Por supuesto no deben olvidar que hablamos de una época basada en las relaciones físicas, sin intermediarios virtuales, y nuestros antepasados debían de efectuar el coito y otros procedimientos primitivos de reproducción no asistida en los que el contacto físico y visual era imprescindible. De este modo, estos lúgubres y nocturnos espacios de visibilidad y sonoridad reducidas en los que se ingería un fármaco local llamado Estrella de Levante, eran idóneos para simular cortejos sexuales de apariencia espontánea, pero que en el fondo se sometían a estrictas reglas y complejos mecanismos muy elaborados. Los aprendían de manuales como el códice titulado 50 Sombras de Grey y de otros productos audiovisuales, como el conocido Titanic, que debió de ser muy relevante porque se cita en casi todas las cartas de amor encontradas en las excavaciones del Barrio Corte Inglés.
Aquello que pueden ver ahí era una biblioteca. Estaba repleta de textos de todas las épocas con gran cantidad de información social, cultural e histórica. Pero los usuarios que pasaban la mayor parte del tiempo en este templo solían obviar las… como se llamaban, novelas, creo, y tan solo ojeaban apuntes que tenían que memorizar para que se les expidiera un título universitario. También examinaban la prensa, un tipo de lectura muy amena pero extremadamente complicada de entender, porque tan solo narraba lo que había ocurrido el día antes, lo que eliminaba cualquier lectura historicista o diacrónica de la realidad. Solo quedan algunos vestigios de un texto periodístico titulado La opinión. ¿Que de qué trataba? Es muy complejo de resumir, pero en sus heterogéneas secciones se hablaba de los extraños libros que nadie leía, se hacían listas de los que habían muerto el día antes y también dedicaban unas páginas a personas que daba patadas a una pelota de cuero en pantalones cortos. Sí, eran extraños. Pero sigan por aquí y contemplen el mayor misterio de aquella civilización perdida: un pastel de carne…

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