Queridos cronoviajeros, estén atentos porque acabamos de
llegar a Murcia en 2018, la temperatura ambiente es de 40º a la sombra, la
misma que hacía treinta años en esta ciudad un día de verano cualquiera. No se
separen del grupo porque numerosos “aparcacoches” han sido conservados para
dotar de realismo el parque. Este puente es idéntico al original, está
fabricado con hierro y se ha levantado sobre lo que debió de ser el Río Segura,
por el que, según señalan nuestros geólogos, corría un buen caudal de agua. En el puente debió de vivir una famosa
alcaldesa o princesa como se puede deducir del único fragmento rescatado y
conservado en nuestro archivo sonoro: “La Virgen De Los Peligros, La Virgen De
Los Peligros,/La Que Está Encimica´El Puente”.
Allí, al norte, se
celebraba la feria, un evento que tenía lugar en el mes de septiembre y que era
famoso por concentrar a gran cantidad de humanos en condiciones de hacinamiento
pero que, paradójicamente, se saldaba con resultados agradables. De hecho, se
repetía cada ciclo anual. Sí, exacto, igual que el Bando de la Huerta, todo
viene explicado en el folleto; consistía en un multitudinario ritual de
carácter social y lúdico, muy popular, en el que millones de humanos se
concentraban en espacios muy concretos de la ciudad para intercambiar fluidos
corporales: saliva, orina, semen, deposiciones, jugos gástricos, sudor. Consumían
drogas líquidas y productos hipercalóricos un 80% más de lo tolerable,
realizaban movimientos espasmódicos llamados “bailes”, animados por sonidos a todo
volumen y perdían el conocimiento bajo los efectos de sustancias que alteraban
sus estados de conciencia. Fue poco antes de la implantación total de las redes
sociales, cuando todavía estaba bien visto mantener relaciones físicas directas.
Eso que pueden ustedes apreciar ahí es un pub estándar. No servían alimentos
para que las drogas líquidas (whisky, ron, licores de cebada, etc.) produjesen
un mayor efecto en el cerebro. Además, los dispensadores de sustancias
(llamados camareros) se seleccionaban de entre los jóvenes mejor dotados
físicamente como reclamo sexual. Hemos conservado el pub en su estado original
y creemos que había miles repartidos por toda la metrópolis. La barra servía como
punto de apoyo cuando estaban a punto de perder el equilibrio. A grandes rasgos
todos estos habitáculos se usaban con los mismos fines prácticos: reafirmar el
estatus jerárquico dentro del grupo social y perpetuar la especia mediante
sofisticados rituales de cortejo y apareamiento. No, no se comunicaban, esos
aparatos llamados altavoces impedían todo contacto lingüístico mediante
molestos y continuados ruidos denominados “Reguetón” y con otros términos del
todo intraducibles a nuestro idioma actual. Hay teóricos que sostienen que
estos espacios eran salas preparatorias para el ritual de “El Bando de la
Huerta”, pero no está demostrado. Por supuesto no deben olvidar que hablamos de
una época basada en las relaciones físicas, sin intermediarios virtuales, y nuestros
antepasados debían de efectuar el coito y otros procedimientos primitivos de
reproducción no asistida en los que el contacto físico y visual era
imprescindible. De este modo, estos lúgubres y nocturnos espacios de
visibilidad y sonoridad reducidas en los que se ingería un fármaco local
llamado Estrella de Levante, eran
idóneos para simular cortejos sexuales de apariencia espontánea, pero que en el
fondo se sometían a estrictas reglas y complejos mecanismos muy elaborados. Los
aprendían de manuales como el códice titulado 50 Sombras de Grey y de otros productos audiovisuales, como el
conocido Titanic, que debió de ser
muy relevante porque se cita en casi todas las cartas de amor encontradas en
las excavaciones del Barrio Corte Inglés.
Aquello que pueden ver ahí era una biblioteca. Estaba
repleta de textos de todas las épocas con gran cantidad de información social,
cultural e histórica. Pero los usuarios que pasaban la mayor parte del tiempo
en este templo solían obviar las… como se llamaban, novelas, creo, y tan solo
ojeaban apuntes que tenían que memorizar para que se les expidiera un título
universitario. También examinaban la prensa, un tipo de lectura muy amena pero
extremadamente complicada de entender, porque tan solo narraba lo que había
ocurrido el día antes, lo que eliminaba cualquier lectura historicista o diacrónica
de la realidad. Solo quedan algunos vestigios de un texto periodístico titulado
La opinión. ¿Que de qué trataba? Es
muy complejo de resumir, pero en sus heterogéneas secciones se hablaba de los
extraños libros que nadie leía, se hacían listas de los que habían muerto el
día antes y también dedicaban unas páginas a personas que daba patadas a una
pelota de cuero en pantalones cortos. Sí, eran extraños. Pero sigan por aquí y contemplen
el mayor misterio de aquella civilización perdida: un pastel de carne…
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