domingo, 21 de junio de 2020

Sobre "La invención de la realidad" de Pedro Pujante



Por Pedro Diego Gil López
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Esta obra está edificada hacia lo alto de la literatura con una colección de sólidos artículos, que inciden en los motivos que tiene la ficción literaria para profundizar en la realidad de una forma amena y coherente.
Pedro nos muestra un complejo edificio lleno de interesantes cuestiones. Primero propone que nos asombremos contemplando la fachada desde la calle de la realidad que compartimos, decorada con hermosos frisos del mundo clásico, llenos de héroes que han ido forjando la historia. Luego, nos invita amablemente a entrar en la gran pirámide de la cultura, informándonos de que en sus muchas habitaciones viven todo tipo de escritores. Una vez en el hall, decorado con el buen gusto que tienen las novelas negras para crear tétricos ambientes, nos deja libres para elegir por dónde continuar la visita. Desde la curiosidad que propone su lectura, nos deja libres en un espacio donde desatar nuestras emociones. Podemos elegir descender a los infiernos de la mano de Orfeo, acompañando a Teseo, siguiendo los pasos de Gilgamesh, o quedarnos en el interior del laberinto de la planta baja, donde el plagio obsesivo oculta la salida, y sólo encontrando a Borges nos liberaremos de las trampas que encierra. Desde la crítica literaria, Pedro nos da la opción de ascender a las plantas superiores con el poder de la palabra, a través de una escalera donde nos abordarán complejos y síndromes enraizados en las mentes de variopintos personajes. Los rellanos de la escalera están ocupados por auténticos mitos, colocados adrede para que nos asalten y nos roben los recuerdos. Hay pasillos por los que circulan robots que ponen a prueba la supremacía del ser humano sobre la inteligencia artificial, y que nos incitan a entrar en salas asombrosas, donde se nos enseña un futuro lleno de excitante ficción a través de lecturas infinitas. La propia edificación, propone a veces iniciar una escritura enfermiza, donde pueden aparecer males que se adentran en la mente, como el mal de Montano. Por eso siempre hay que tener mucho cuidado con aquello que se lee, la conjura de las letras es muy peligrosa, y el edificio que ha construido Pujante para nosotros, está lleno de novelas que pueden secuestrarnos, hipnotizarnos, incluso, extraviarnos en ciudades donde se comenten crímenes de todo tipo. El recorrido que ha planificado Pedro por las páginas de la obra, la invención de la realidad, está repleto de bibliotecas interesadas en asaltar al lector, con vocecitas que lo primero que te cuentan es un buen chiste de humor negro. Por eso hay que tener mucho cuidado con tropezarte con Hamlet, porque al preguntarte tú mismo si este príncipe está loco o no lo está, Shakespeare te puede atrapar para que seas otro personaje más de su maravilloso teatro. Pedro te aconsejará con insistencia que entres en la habitación de Rayuela (Yo también te lo aconsejo) porque mitificar obras literarias es reducir demasiado el espectro reseñable de un mundo que debe estar abierto a todas las novedades, novedades o viento fresco que hacen levantar ancla de los viejos puertos, para que nunca deje de zarpar el gran barco de la creatividad, y conseguir que nunca muera la novela. Así seguiremos dedicándole el protagonismo a la mujer amada, al hombre amado, aunque ni ésta ni éste existan y haya que inventarlos. Sin duda nos ayudaran los héroes, a veces criaturas incomprendidas, que luchan contra todo tipo de males, actuando valerosamente o simplemente quedándose quietos sin hacer nada. De este modo tan ameno, acompañando a Don Quijote, se llega a la tercera planta, donde tiene la sede una agencia de viajes que vende billetes de avión, para viajar de un libro a otro, a través de esos agujeros de gusano que procura toda exitosa narración. Aparecen hábiles escritores que comunican con su magia unas historias con otras, sorprendentemente, cumpliendo con el ansia del lector de llegar siempre más allá de la última hoja, de ese final que se queda en el aire, cuando termina una buena historia.
Uno de los agentes preferidos de Pedro, Vilas-Matas, está dispuesto a espiarnos para saber cuáles son nuestras preferencias, que te interrogará sin piedad y te formulará la pregunta siguiente: ¿Tú que libro eres? Una buenísima pregunta, sí señor, le dije yo, cuando me lo encontré leyendo la obra, se debería preguntar siempre eso mismo, antes de empezar a hablar con alguien desconocido. Después de darle una buena respuesta, valorará nuestra sagacidad de lector y nos hará una oferta irresistible, viajar por el tiempo.
Bueno, ya tenemos viaje, es hora de seguir subiendo. En la cuarta planta, _esto puede ser un sueño_, me encontré tirado por el suelo un libro con el título La realidad ha muerto. Leo en la sinopsis que a la realidad la mató lo virtual, de ahí que haya que resucitarla, inventarla de nuevo, saber que hay algo tangible, poderoso y absorbente donde adentrarnos. Tal vez por eso, Pedro insiste en su obra en señalar que el lector y el escritor se deben dar la mano a menudo. Pues nada, hay que ir a ello, a buscar a ese escritor para sacarlo de su caverna. Subo a la quinta, y ¡sorpresa!, ya he encontrado a uno, al mismísimo Pedro Pujante. El tío está como ausente y yo con su libro en la mano, instante en el cual lo llaman por teléfono y se larga rápidamente, desapareciendo por las escaleras. ¡Ya te firmaré el libro en otra ocasión, perdona! Le oigo exclamar, ya en las profundidades del edificio. Siempre tenemos un doble nuestro en el otro lado del mundo, reza un cartelito junto al número cinco, pero no hago caso y entro. Ver a mi doble sería una pasada, en la literatura es un tema recurrente, como bien indica Pujante; siempre aparece el que quiere ser y el que no desea ser como es, el que ama y el que odia, el experto y el inexperto. Pero recordando esa maldición que dice: el que ve a su doble es que va a morir, abandono la planta y sigo ascendiendo. Después de subir tantas escaleras, en la primera habitación de la sexta, un gran sofá me propone que me tire en él. Placentero es hacerlo, recostarte cuan largo eres, y casi me quedo durmiendo en ese trance. Sin duda lo más parecido a soñar es leer y lo más parecido a leer es soñar, ¡qué placentero es estar rodeado de ricos sueños y buenos libros! Y seguir viviendo bien despierto, acumulando nuevas experiencias cada vez más reales. Abro la puerta de una gran sala cuyas paredes están pintadas con letras. Son las primeras frases de grandes novelas, el cebo que debe ocultar el anzuelo, pendiendo del invisible hilo de pescar, que la caña del escritor sostiene en la orilla de su inventiva. En el centro hay una escalera de hierro en forma de espiral que asciende a una trampilla. Subo, la abro y accedo hasta la azotea de este edificio literario que Pedro a construido para el deleite de sus lectores. Desde allí podemos ver que no somos lo que éramos, ni lo que fuimos, y que sólo se nos ve en un paisaje donde únicamente hemos sabido guardar nuestra apariencia. Puede que ese sea el inquietante mensaje que nos deja esta obra.
En lo más alto de la construcción, se ve una veleta con los cuatro rumbos. Éste es un buen libro para guiarte con tu curiosidad como nave, por los territorios y mares que hay entre la ficción y la realidad que moldea la literatura, para poder llegar a lugares increíbles, donde los límites entre lo real y lo imaginario no existen.


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